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La gastronomía de Aínsa

La gastronomía de Aínsa es un reflejo de la privilegiada ubicación del Sobrarbe, plagado de contrastes. Su cocina fusiona la tradición del puchero de alta montaña aragonesa, con la creatividad, y una apuesta por el consumo sostenible y de proximidad. Es en definitiva una gastronomía unida a sus raíces .

Al igual que en otras zonas de montaña su cocina tradicionalmente ha sido sencilla y austera, de platos contundentes y calóricos en invierno, que ayudasen a pasar mejor los días de frío. Su materia prima, acorde con el entorno, es la carne de ganadería, junto con los productos de la tierra de temporada, las plantas aromáticas y los frutos silvestres, así como la carnes de caza e incluso la pesca de sus ríos, con su excelente trucha.

 Los derivados del cerdo tras la matacía que abastece de longaniza, chorizo, pates u el típico “mondongo” más conocido como morcillas y tortetas, las despensas de las casas. Así como la carne de cordero y de vacuno, de  exquisito sabor por la riqueza de sus pastos, están presentes en la mayor parte de las recetas tradicionales.

También es habitual la carne a la brasa, típica originariamente de las hogueras de invierno como las que se hacen en enero en honor a los Santos Barbudos, que honran la tierra que descansa tras la cosecha del verano, y protegen y bendicen tanto a las personas como al ganado.  En ellas, congregados torno al fuego se siguen asando a la brasa cordero, longaniza o chorizo, junto con patatas, arenques y cebollas, que son refrescadas en el paladar por suculentas ensaladas.

Los platos de legumbres, de caza y setas como los muchardons o los robellones, son igualmente imprescindibles. Solomillo de ciervo, estofado de Jabalí, elaboradas salsas de aderezo, tripas de cordero rellenas, carrilleras de cerdo a las finas hierbas, las tradicionales migas, mollejas crujientes, los caracoles acompañados de ajaceite, riquísima salsa elaborada con huevo, patata, ajo y aceite. También es muy popular en la zona la salsa al chilindrón acompañando al pollo o cordero.

O sin más aderezos, el típico asado aragonés, de chuletón, solomillo o costillas de cordero hacen que la experiencia sea para chuparse los dedos  si los acompañas por ejemplo de unas sopas de ajo, un potaje de nabos, pimientos o berenjenas asadas, o la exquisita confitura de cebolla.

No podemos  olvidar la tradición trufera de la villa, donde se pueden degustar desde sopa de setas con trufas, a ensalada de trufas o variadas y sabrosas tapas.

Uno de los platos más típicos de la zona, y también de otras comarcas limítrofes, son las chiretas, hechas con tripas de cordero rellenas de arroz y carne aderezadas con especias.

Son también dignos de mención los sabrosos postres de la zona, como los pastillos de almendras, nueces o calabaza, la torrija caramelizada, el helado de queso fresco, las empanadas de nueces con miel, el guirlache, la carne de membrillo y el melocotón con vino. Así como los crespillos elaborados con hojas de espinaca o borraja rebozadas con huevo, harina, leche, azúcar, un toque de anís y ralladura de naranja según los gustos de la casa. Y todo ello Hecho en los Pirineos.

 

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